Friday, September 29, 2006

Decálogo del buen burócrata

En adhesión a los festejos por el día del ñoqui

1) El jefe siempre tiene razón; el público, jamás.

2) No somos parásitos ineptos; somos laburantes.

3) No somos nosotros; es la Institución.

4) La Institución no falla jamás; pase lo que pase, el público tiene la culpa.

5) Nada de lo que la Institución imponga al público es excesivo ni arbitrario.

6) No hay una sola posible solución a su problema que nosotros no podamos convertir en tres o cuatro problemas nuevos. Estamos para ayudar: para ayudar a que su vida se vuelva más complicada e interesante.

7) El público (usted) no tiene ideas propias, sólo delirios. Cuando se las robe la Institución (nosotros), serán ideas. Si nos acusa de plagio, está delirando nuevamente.

8) Usted es patético. Menos la Institución, todo es patético.

9) Nadie que acuda a la Institución en la primera hora de atención al público ni en la última antes del cierre merece la menor consideración ni respeto.

10) El horario de atención al público es de 9 a 11.

¡Feliz día del ñoqui!

Casi nos olvidamos... hoy, 29, día del plato de ñoqui, hay que saludar a toda esa, por decirlo con un término generoso, gente, que tanto nos ayuda a que nuestras vidas sean un desastre, como si con nuestra propia ineptitud no nos bastara; la diferencia es que ellos/as, los/as empleados/as públicos/as, cobran un sueldo, que les pagamos con nuestros impuestos.

¡¡¡INÚTILES!!!

Les deseamos, en su día, que bajen de peso. Les recomendamos la "dieta María Antonieta" (que rima con poeta). Hueca y todo, ¿cuánto pesa una cabeza?

En el próximo post: "Decálogo del buen burócrata"

Wednesday, September 27, 2006

harte por helarte

El lunes tuve una de mis escasas y hermosas incursiones en el mundo real. Es decir: en el mundo de la gente que trabaja en algo concreto, sabe exactamente dónde está, no pretende parecer más, no trata de hacer creer a nadie que algún día será la principal fortuna del mundo ni vive apurada con ese fin (el de hacer creer, no el de serlo).
En suma, un mundo sólido.
No el infierno acelerado, febril, irreal y puramente telefónico o blogueril de treintañeras desempleadas que en su lucha por mantener a flote su frágil autoestima se desviven por hacernos creer que son ejecutivas exitosas de Wall Street o superbochos de Silicon Valley sólo porque aprendieron a mandar un MSJ de TXT. (¿¿¿¿CÓMO???? ¡¡¡¡¡NO TENÉS CELULAAAAAAAAAAR!!!!!) No sé en qué fallé para que ese llegara a ser más o menos mi medio social de todos los días, las niñas de 30 con ínfulas de Chica Charlie. Pero estoy cambiando. No sólo delegué en un administrador muy simpático todo trato con mi inquilina, sino que además eso me deja tiempo libre para trabajar, en el sentido clásico: no el de hacer todo en casa y mandarlo por Internet, sino el de IR a trabajar.
Eso fue lo que hice el lunes. Previa charla con Fernanda, la jefa de sección, lo pasé a buscar en taxi al fotógrafo del diario para asegurarme de que encontrara las obras de arte que tenía que fotografiar. No es que el fotógrafo sea tonto, sino que era muy fácil confundirse aquellas obras con cualquier otra cosa. A la segunda que él tenía que fotografiar, la de Cristian Segura, yo tampoco estaría segura de dónde está si no la indicaba Daniel Molina a la salida de su charla. De hecho, si no hubiera sido por las fotos, difícilmente me habría molestado en gastar el poco oxígeno que tengo en la sangre para ir a localizar físicamente la "materialidad" del asunto. Ya se sabe que cuando la obra se titula "chicle pegado en la pared", si vas a verla, con lo que te encontrás es: con un chicle pegado en la pared. Y no te podés quejar de que no te avisaron. Así que o zafás con una entrevista telefónica o vas a ver algo que justifique la caminata.
Pero esta vez no; esta vez tuvimos la EXPERIENCIA del arte contemporáneo.
Como siempre que sube el fotógrafo del diario a un taxi, el taxista se vuelve locuaz. No pudimos dejar de incluirlo en la conversación; a las pocas cuadras, él era la estrella. Hasta se permitió hacer chistes: "Bueno, en el MACRO justo justo no; serán unos cincuenta metros antes", le dije. "Cuarenta y ocho", bromeaba. Acabábamos de fotografiar la "contraobra" de Víctor Gómez, que él no alcanzó a ver porque era una losa de cemento a ras del suelo y no se divisaba desde el asiento del conductor. Había tanto sol que me paré bien lejos de la losa para que no entrara mi sombra en la foto, peligro que se corría así me mantuviera fuera del campo. Después subimos y le contamos al taxista el texto (MACRO: AUTORITARISMO, SOBERBIA, PLAGIO, etc) mientras nos dirigíamos a la de Cristian Segura, metros antes de los Silos Davis que albergan el MACRO.
Cuando le indiqué al taxista que frenara, los dos se desconcertaron, él y el fotógrafo. No podían creer que ese cartel rutero fuese algo más que un cartel. Mientras el fotógrafo hacía su trabajo, le dije al taxista: "Aunque usted no lo crea, es una obra". Cuando subió el fotógrafo, el taxista trató de articular una opinión. Indignada, por supuesto. "Yo algo entiendo de arte: mi mujer estudió arte", dijo, mientras pasábamos frente a la Estación Rosario Norte. "Tenemos dos cuadros suyos colgados en casa, hermosos. A uno le hice un fondo de terciopelo negro. Uno los mira y sabe lo que significan. Pero en cambio esa cosa que hizo Pérez Celis en el Patio de la Madera: ¿qué es eso? Si no tuviera color, todavía. Un óxido, un color metálico, vaya y pase. Pero esos rojos, amarillos y azules... Cuando la inauguraron, yo estaba al lado del artista y nadie me avisó. Me preguntó un amigo y yo dije qué significaba para mí: la proa de un dakkar, un barco vikingo, abriéndose paso en el mar. El tipo que me había estado escuchando no dijo nada. Después supe que era el artista. Pero no dio en ningún momento su propia interpretación." "¿Para qué? Lo del dakkar le debe haber encantado", dije.
La cereza de la torta (de la torta envenenada) fue la obra "ecológica" de la Semana del Arte: un tocón de árbol con dos serruchos clavados y una queja pintada en la pared de atrás en unas letras hippies adolescentoides. "Mire eso", dije, señalando a la izquierda. El taxista se sorprendió de no haberlo visto antes: un taxista no soporta que se le haya pasado por alto algo que está en las calles de la ciudad. "Usted no lo vio porque está apenas desde la semana pasada", lo tranquilicé.
El taxista, que efectivamente sabía de arte, empezó a elogiar unos árboles tallados en las plazas de la ciudad. Yo me sumé a los elogios. Conozco esa obra, y conozco a la escultora, Adriana Sisto; me quejé de que ella tuviera que vivir de sus clases particulares mientras el presupuesto municipal va a adefesios como lo que acabábamos de ver. Ahí la charla rumbeó para el lado del patrimonio. El taxista hizo una lista de todos los museos de Rosario, a los que conocía por dentro: el Histórico, el de Ciencias Naturales... "Qué bronca me da que la gente de Rosario me cuente maravillada de los museos que fue a ver afuera y no visite los de acá. Salimos y nos llevan a ver cosas que son muy inferiores a las que tenemos. Pero nadie las valora, nadie las cuida." Nos contó de uno de los dioramas perdidos en el incendio del Museo de Ciencias Naturales Angel Gallardo. "Los animales embalsamados parecían vivos", recordaba con orgullo y pena. Hasta conocía al taxidermista, un talento ya fallecido, joven.
"¿Me hace un ticket, maestro?" dijo el fotógrafo cuando terminó nuestro viaje. Me despedí del taxista recomendándole que comprara el diario del martes.
"Menos mal que nos tocó alguien que algo sabe", dijo el fotógrafo mientras subíamos las escaleras del diario.
"Tiene una artista en la familia, no cualquiera", comenté.
Y después de elegir las fotos con él y con Fernanda y redactar los epígafes volví a mi mundo, al mundo irreal donde un cartel no es un cartel, o sí; o nunca se sabe.

Tuesday, September 26, 2006

pero al fin encontré el maldito diskette

Corolario a la ley de Murphy, o ley de inhallabilidad del diskette de X. Norton: El diskette que contiene ese precioso documento y lo menciona en su etiqueta es el último que uno encuentra de entre la caja de diskettes que tuvo que abrir uno por uno porque no estaban bien etiquetados.

Ley de Proust ("En busca del tiempo perdido"): El tiempo que se tarda en encontrar el valiosísimo documento es inversamente proporcional al tiempo de que uno dispone.

Ley de deficiencia social de Dickens: La probabilidad de que alguna de tus amigas tenga un ejemplar de tu libro agotado y urgentemente imprescindible (por lo menos una copia en papel, ya que no aparece el condenado diskette) es inversamente proporcional a la de que tenga tiempo de buscarlo y dártelo.

Ley de difamación amistosa de Truman Capote: Existe una relación de proporción inversa entre la capacidad de una amiga de darte una mano con un problema surgido de tu propia desorganización (ejemplo: "Ley de deficiencia social") y su disposición a criticar, juzgar, difundir y recordar la noción de que tu casa es un despelote insoluble, deducir de ello una baja autoestima de tu parte, etc.

Primera apostilla: Pero el diskette estaba ahí nomás. ¿Cómo no lo vi?

Segunda apostilla de X. N. a la Ley de Capote: Y no llamé a nadie, por las dudas.

Corolarios a la Ley de Capote: Alguna gente tiene demasiado tiempo. Otra, no ve.

Corolario a las leyes de Capote y Dickens: La gente que muy probablemente disponga de tiempo para extraer sesudas interpretaciones de tu pedido de ayuda y enrostrarte tu quilombo es exactamente la misma que muy probablemente no tenga un minuto de tiempo para buscar el libro perdido que les pediste; esto probablemente sea por culpa del quilombo de ellos, pero se las arreglarán para dejarte con la impresión de que están recontraocupados porque son muy eficientes y autosuficientes y no pierden el tiempo ni dependen de los demás por culpa de la desorganización propia como vos.

Conclusión final: Cuanto más eficiente parece una persona, menos lo es.

Conclusión a la conclusión: Pero seguramente todas mis amigas son maravillosas. Estas son sólo atrocidades que se me ocurren mientras busco el puto diskette.

Desenlace: véase el título.


Próximo post: ¿Qué es lo que sabe (de arte) un taxista?

Monday, September 18, 2006

Edgar Linton, ¡sos re dark!

"Edgar suspiró, caminó hasta la ventana y contempló la iglesia de Gimmerton. Era una tarde húmeda y con niebla. Brillaba tenue el sol de finales de invierno y a su luz divisábamos los abetos y las lápidas diseminadas del cementerio.
-He rezado mucho -dijo, como si hablara solo- para que suceda lo que está por venir; y ahora empiezo a acobardarme y temerlo. ¡He llegado a pensar que el recuerdo del momento en que bajé por esa cañada como novio no es tan dulce como el presentimiento de que pronto, en pocos meses, o quizás semanas, me subirán allí para depositarme en la solitaria fosa! Ellen, mi pequeña Cathy me ha hecho muy feliz: en las veladas de invierno y en los días de verano ella fue una esperanza viva a mi lado. Pero no he sido menos feliz cuando vagaba pensativo entre aquellas lápidas, junto a la vieja iglesia, y me recostaba, durante los largos atardeceres de verano, en el verde montículo de la tumba de su madre, y soñaba... mejor dicho, anhelaba la hora en que yo también descansaré bajo esa tierra." (Emily Brontë, Cumbres Borrascosas, cap. 25)

¿Qué dirán los lectores del siglo XXI?
"Lukas" es un boy scout al lado tuyo...

Thursday, September 14, 2006

FM (Frase Matadora)

"Y créeme que tu bondad me ha hecho amarte más hondamente que si yo mereciera tu amor."

Emily Brontë, Cumbres Borrascosas, cap. 24.

Wednesday, September 13, 2006

Perdón, Ellen...

Retiro lo dicho en mi post anterior sobre esa nanny ficcional que es Ellen Dean. Resulta que ahora, en el capítulo 23, es a ella a quien le toca padecer: el alegato de Catherine (hija) en favor de su enamoramiento por Linton (hijo) es casi igual de insensato y descocado que el que ella tuvo que oír veinte años antes, de boca de Catherine (madre) cuando decidió (pese a su amor por Heathcliff) casarse con Linton (padre).
La pobre mujer, una dama con los pies sobre la tierra, debe estar pensando: "uf, dos generaciones que se van barranca abajo por culpa del maldito amor" y callando.
O no, capaz que algo dice.
Seguiré traduciendo. Veamos.

Podría escribir un post, sesudo y silvestre a la vez, sobre la serie de los nombres, la repetición, etc., pero no me llevaría a ningún lado y además tengo que laburar.
El "Gabo" hizo guita con esto, ¿por qué yo no?
Un poquito, aunque sea.

Tuesday, September 12, 2006

Ellen Dean, Ellen Dean...

...Ellen Dean, qué ganas tengo de cagarte a trompadas. No me importa que seas un personaje de ficción. No me importa que, en el mundo de la novela donde existís, seas una matrona robusta y capaz de reducirme a leverwurst de un castañazo. Voy a perder. No me importa. No podés quemarle todas sus cartas a Cathy Linton, consolarla de la pena por su primer amor imposible (imposible sólo porque se les ocurre, a los pacatos rencorosos de Edgar y vos, reprimirlo por miedo al padre del chico, que es de temer, convengamos) diciéndole que podría ser peor, que podrían estar muertos ellos dos, y ella -pobrecita- quedar sola en el mundo. Y encima, cuando Cathy se deprime, obsesionada por ese atroz pensamiento que instilaste en sus oiditos de niña, tratás de consolarla diciéndole que no necesariamente va a ser así: que podría morirse ella antes.
Con niñeras así, ¿quién necesita enemigos?
Ellen Dean, callate. ¡Sos tan real! Y tu odio de clase me destroza los nervios.
¡Qué gorda sádica!

Emily Brontë, genia Emii, ponela en vereda, por favor.

O paro de traducirte y te empiezo a cambiar el argumento de Cumbres Borrascosas. Ya a Isabella Heathcliff la tuve montada en un ovario durante todo el capítulo diecisiete. Menos mal que huyó. Por no hablar del pelmazo de Lockwood el huésped... A Heathcliff le perdonamos todos la vida por su amor infinito hacia Catherine; pero si no, sería protagonista muerto.
Si esta gente de letras sigue así, tu libro pronto se va a llamar Valles Soleados, por razones de marketing.
Mi fidelidad hacia el (bellísimo) texto de tu obra podrá no tener límites; pero mi masoquismo, sí.

Sunday, September 10, 2006

absenta

Ella está enamorada pero no con el corazón, sino con todo el cuerpo. Quisiera poder saltar con muchísima gracia y zambullirse en él, en ese hombre. Si él fuera un mar; o si el amor viniera con efectos especiales tales que él se volviera líquido, como hecho de mercurio y a la vez con forma, manteniendo firmes los contornos de esa boca de ángel, de esas mejillas redondeadas y suaves; si esa boca, ay, que él siempre ofrece y distancia, que él sabe hurtar a tiempo, poner a salvo del beso; si esa boca fuera como las alucinaciones del hambre, que se vuelven traslúcidas y ondulan como seda iridiscente cuando se las trata de alcanzar, ella saltaría adentro.
No sabe nadar, pero aprenderá a tiempo.

Tuesday, September 05, 2006

nada personal

No escarmentamos. Va de nuevo. Con más humor y menos amargura.
No le pediremos peras al olmo, ni sombra al ciprés, para el caso. Como que ya nos hemos resignado. Aprendimos a tomarnos con algo de calma el hecho de que, por alguna extraña razón, lo que puede salir bien también saldrá mal (Murphy es un optimista) pero ya no elaboraremos explicaciones rebuscadas al respecto. Si sale bien es un milagro, punto. Por lo demás, qué se le va a hacer, es lo que hay.
Usaremos la primera persona del plural porque el gerundio queda feo, el infinitivo es soso y la primera del singular es una máquina de cosechar enemistades personales. Debe ser porque pone enseguida en evidencia que hay poca gente detrás de los, hablando mal y pronto, enunciados. Por lo menos, que se imaginen que somos muchos, así antes de salir a pegar lo piensan dos veces. Un par de años en la blogosfera bastan para aprender eso que cualquier párvulo sabe ya el primer día de kindergarten. O como dice Homero que dijo Ulises una tarde: "Mi nombre es nadie".
Esta vez trataremos de prestar un servicio a la comunidad, posteando saberes útiles y cosas de interés no muy general pero tampoco estrictamente personal. Informaremos cada tanto del estado de nuestras mascotas para no perder nuestro bien ganado sitial de payasos de la blogosfera coolta. Pero también habrá poetas argentinos, sanos intentos de señalar en dirección de perlas encontradas por ahí, eso siempre y cuando los cuises no se coman también el cable nuevo, ya que al anterior lo royeron y lo dejaron hecho una piltrafa. La idea de levantarlo del piso se nos ocurrió tarde.
Bueno, esperemos que esta vez salga mejor.
Y si no, tened a bien disimular las molestias causadas.