una mala...
...noticia para los atopianos, más conocidos como rosarinos: adiós al familiar de milanesa en La Buena. El bar de aristotélico nombre dejará de deleitarnos con su escenario de botellas de whisky en una repisa, iluminadas con una lamparita desde adentro, que cederá paso a algo más anodino y menos original.
Ya no vendrá un mozo con cara de "yo a vos te conozco, je" a trapearte la mesa bajo tus narices mientras le pedís un whisky de 2 pesos, modesta versión del masoca que paga para que le meen encima y esas cosas. Ciudad peor que fenicia, ciudad que aniquila la diferencia. Donde la frase "son todas iguales" hace lo que puede por convertirse en realidad. Lugares todos iguales, ropa toda igual, lisa, sin carácter, sin rasgo diferencial, todo planito y lisito, es decir lícito, es decir normal.
Como si no tuviéramos ya suficiente con la desaparición del bay biscuit. Yo tomaba té con bay biscuit con mi abuelita en el Villamil de barrio Echesortu, cuando todavía el Villamil tenía la mampara divisoria entre el salón de té para señoras o comedor familiar, y el bar de los muchachos. Treinta años más tarde, pedí bay biscuit en un bar del centro y una moza me dijo que no existía más. ¡No existe más! ¡Doble desaparición de mi abuela, doble muerte! ¡Tajante división entre lo que es y lo que fue! ¡Separados el pasado y el presente entre sí para siempre por un abismo insalvable, sin puentes, sin modo de recordar! ¿Cómo que no existe más el bay biscuit? ¡Imagínese si a Proust le hubieran dicho que las madalenas ya no se fabricaban! No, no daba para decirle eso y me tuve que conformar con lo que hubiera.
Entre todo eso y el cambio de diagramación en el diario La Capital (que lo convirtió visualmente en un triste diarito de pueblucho), ya no sé a dónde iremos a parar.
Ya no vendrá un mozo con cara de "yo a vos te conozco, je" a trapearte la mesa bajo tus narices mientras le pedís un whisky de 2 pesos, modesta versión del masoca que paga para que le meen encima y esas cosas. Ciudad peor que fenicia, ciudad que aniquila la diferencia. Donde la frase "son todas iguales" hace lo que puede por convertirse en realidad. Lugares todos iguales, ropa toda igual, lisa, sin carácter, sin rasgo diferencial, todo planito y lisito, es decir lícito, es decir normal.
Como si no tuviéramos ya suficiente con la desaparición del bay biscuit. Yo tomaba té con bay biscuit con mi abuelita en el Villamil de barrio Echesortu, cuando todavía el Villamil tenía la mampara divisoria entre el salón de té para señoras o comedor familiar, y el bar de los muchachos. Treinta años más tarde, pedí bay biscuit en un bar del centro y una moza me dijo que no existía más. ¡No existe más! ¡Doble desaparición de mi abuela, doble muerte! ¡Tajante división entre lo que es y lo que fue! ¡Separados el pasado y el presente entre sí para siempre por un abismo insalvable, sin puentes, sin modo de recordar! ¿Cómo que no existe más el bay biscuit? ¡Imagínese si a Proust le hubieran dicho que las madalenas ya no se fabricaban! No, no daba para decirle eso y me tuve que conformar con lo que hubiera.
Entre todo eso y el cambio de diagramación en el diario La Capital (que lo convirtió visualmente en un triste diarito de pueblucho), ya no sé a dónde iremos a parar.
4 Comments:
Siiiiiiii, me quería morir cuando me enteré del cierre de la milanga más famosa de Atopia. Aunque no soy atopiano de nacimiento, lo soy por adopción. "Joven argentino, si tienes entre 34 y 36 años y eres atopiano de nacimiento o por haber caído acá, debes llorar el cierre de "La Buena"", me dije, recordando los mensajes televisivos de la infancia.
Así lo hicimos con "El Cairo", así lo haremos con todo, hasta que llorar sea lisito, planito, como vos decís, y no tenga connotaciones emocionales.
Por eso os digo, amigos, no nos dejemos vencer por la chatura y pongamos nuestra propia fábrica de bay biscuits, con atención al respetable público y bar, y contratemos a los viejos mozos de "El Cairo" y "La Buena" para que sigamos sintiendo ese olor tan familiar a rejilla sucia bajo nuestras narices atopianas.
¡He dicho!
Qué dolor Xenia, mirá que no soy de Rosario, lo conocí recién a mis 43 años, raro no? Pero mi madre se besó por vez primera contra una reja del bulevard Oroño, y cuando fui busqué esa reja de punta a punta, hasta que di con una que me pareció era la de su descripción.Esa que tantas veces nos contó a mi hermana y a mí, con un piloto o aviador,de la creme de la creme...cuantos sueños perdidos en esa palabra: Rosario.
Ahora tengo en mi casa una reja diseñada en honor a esa Atopía, que me deslumbró desde mi más tierna adolescencia en los cuentos de mi madre.
Y en ellos están los bares. Me duele la desaparición de los viejos bares, sucios y malolientes, pero llenos de estilo y palabras guardadas, amores metidos entre sus servilletas de papel.
Y si me dijeras: AH!!! pero no sabés lo que hicieron (o lo que van a hecer)!!!
Pero no,los bares que desaparecieron en Buenos Aires, se conviertieron en más de lo mismo, ahora , cuando los turistas quiern visitar uno auténtico se quieren cortar las manos, por no decir las P.......
¿Es tan difícil de entender que siendo nosotros podemos tener valor???
Bue, Xenia, que querés que te diga, hoy me hacés llorar...
Danixa:
¡Qué gran pregunta!
A escribirla en cada pizarrón.
En cada hogar.
Esteban:
¿Quién tiene la fórmula del Bay?
Si lo encontrás, traelo a mi cumpleaños...
hace unos días, en un cyber al que llevé a mi hija para que conozca Los Pitufos (el interés era mío, no de ella), había bay biscuits (antes de que yo hubiera leído este post, más aún, este blog) y los compré, contenta, pensando que son una especie en extinción. Alcoyana con alcoyana. Espero te acuerdes de mí; María Laura, de los tribunales... No? Bueno, no importa.
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