Thursday, May 10, 2007

Leemos...

VIERNES 11 DE MAYO
20 HS
Heber Ortiz - Beatriz Vignoli - Luis Tedesco

Club Bollini: Niceto Vega 5976
(Entre Arevalo y Ravignani)

Más info en:
http://lamanzanaenelgusano.blogspot.com/

Saturday, May 05, 2007

homero... simpson

Estoy por publicar un libro de poesía centrado en el concepto de tragedia y, mientras lo editaba, me iba dando cuenta de qué obsoleto es el concepto de tragedia. Era una sensación. Recién hoy es una idea: los griegos inventaron la tragedia en tiempos en que la catástrofe moral no era cosa de todos los días. En el siglo V antes de Cristo, un error fatal (hemartía) tal que por él se termine perdiendo todo lo que uno era hasta entonces (honor, razón, seres queridos), pasaba una sola vez en la vida y sólo en ciertas vidas. No le pasaba a cualquiera, sino al signado por el sino trágico (elegido de los dioses), quien por supuesto de ahí en más no se volvía a levantar: quedaba fuera de combate para el resto del campeonato. Esto habla de una sociedad muy estable. Allí, el que nacía esclavo, moría esclavo. Ahora tenemos más movilidad social pero además (y no es casualidad; quizás sea el precio de esa movilidad, por lo menos de la descendente) convivimos con la catástrofe. No hay aprendizaje aplicable porque todo cambia constantemente. La sabiduría no se alcanza nunca. Entonces, por lo menos para los torpes o para los aventureros, la ruina es lo cotidiano. A lo mejor los griegos tuvieron que inventar el concepto de tragedia porque no tenían el concepto de torpeza. Miren si no a Edipo: tenés que ser muy torpe para cogerte a tu vieja y no darte cuenta. Hoy en día, los torpes al menos, nos mandamos, de ésas, varias por semana. Sumen las ajenas (intencionales o no) y se pierde la cuenta. Culpa inocente, escribió Kierkegaard. Yo a eso lo llamo un mes bueno. Malo, son varias por día. Uno se acostumbra a empezar de nuevo de cero cada vez. Uno piensa: "esta es la última, esta me mata, esta vez cagué fuego de verdad" pero no se muere nada y sigue. Uno piensa: "acá enloquezco, esto es el fin". Y uno enloquece nomás pero sale adelante con locura y todo, en piloto automático. Uno dice: "acá perdí todo" y lo pierde y sigue funcionando sin nada, viviendo del aire. Uno se agarra de lo que queda y sigue. Sigue emprendiendo aventuras que lo van a llevar nuevamente a la destrucción y al caos, es decir: sigue vivo. Es lo normal. Hoy, es lo normal. No existe la "última" cagada, sólo la próxima. Y a la anterior mejor olvidarla porque la experiencia ya no sirve. Me acuerdo que en casa, cuando mirábamos los Simpson, a mi hermano y a mí nos daban muchísima risa los desastres desencadenados por la torpeza de Homero y a mi madre no. Ella no se reía, se espantaba. Seguía leyendo la figura de la catástrofe en clave trágica. Carecía de Schadenfreude. Pertenecía todavía al tiempo en que la reacción natural humana ante el desastre ajeno era la catarsis. Bueno, al final se reía; pero se veía que le costaba. En cambio para nosotros el desastre era lo normal. Habíamos crecido entre las subidas y bajadas de los sueños del siglo pasado. Ahora sé que se trataba de sueños; para nosotros, la vida real era una pesadilla, pero ya estábamos acostumbrados. Veníamos mudados de un edificio donde habían puesto una bomba de estruendo, y en el barrio nuevo ni bien llegamos otra bomba les hizo mierda todos los vidrios a los vecinos de la esquina de enfrente. Nos reíamos mirando "Los pájaros", de Hitchcock. La escena en que entran todos esos bichos por la chimenea y el muchachito de la película los espanta a golpes de gabán nos daba más risa que el Gordo y el Flaco. Tenía más que ver con nuestras vidas, ahora que lo pienso.